martes, 4 de marzo de 2008

Gil Scott Heron.- The Bottle



Una nota antes del texto: por primera vez en mucho tiempo, la canción no tiene nada que ver con el texto. Me gusta. La volví a oir este sábado y bailé y bailé con ella cuando ya sonaban otras canciones.

Aparte de otros temas laborales un poco rastreros, quiero decir que esta semana realicé en el trabajo un gran hallazgo: Ya sé a qué se dedica todo el personal de sala del museo, durante esas largas horas de mirada perdida, vigilando que nadie se lleve las esculturas de Pablo Gargallo, los cuadros de Fortuny o los ábsides de Taull. Y la respuesta no es otra que aburrirse. Y se aburren mucho. Muchísimo. Tanto que empiezan a imaginar números de cabaret o las privadas conversaciones de Ramón Casas con su amigo Pere mientras se dirigían en Tándem a Sitges desde Barcelona. Si pensamos que esta buena gente pasa un mínimo de cuatro horas y media y un máximo de nueve encerrada en el museo, intuiremos que el grado de aburrimiento y, consecuentemente, imaginativo posee una magnitud inconmensurable.

Tal vez creas que tú también te aburres en tu lugar de trabajo y que también imaginas cosas y que también apuntas en tu agenda la lista de la compra en horario laboral. Confieso que yo, tras el mostrador de información lo hago. Y, tal vez, te preguntes porqué es tan especial este hallazgo. Pues porque, mis compañeros de trabajo eligen un domingo y llegada la fecha acordada se dirigen en tropel a un bar llamado Eléctric y ponen en cuidada escena estas imaginaciones para un público selecccionado con los criterios más exigentes por el departamento de recursos humanos, es decir sus compañeros de trabajo. Cada uno hace lo que quiere (que no significa que pueda): cantar, parodiar, leer poemas, teatro, cabaret... Los guías (la estratificación intelecto-social-laboral va mucho más allá de lo que sospechamos) sacaron un bajo y una guitarra eléctrica y tocaron Jazz, bailamos rumba y cantamos a todo pulmón borriquito como tú, tururú. El chico de seguridad hizo strip-tease. Completo.

Permíteme un inciso en mi relato: tengo la certeza que mañana el tema de conversación en el Museo no será el debate político, ni el retorno de Grissom, sino la medida del miembro del chico de seguridad, que más que animar, decepcionó al personal femenino. Yo no puedo juzgar pues no me hallaba presente -aprovechaba la ausencia de la mayoría femenina en la barra del bar para solicitar una cerveza-. De repente, todas ellas salieron de la sala donde tenía lugar el acto nudista (sin música): algunas con cara de asco, otras simplemente reían mientras indicaban las medidas absolutas del pobre chico estirando el dedo pulgar y doblando el índice, o de forma relativa (comparando su miembro con otras partes anatómicas). Él, ignorante de los comentarios, pasó la noche pidiendo disculpas, pues no había tenido tiempo para ensayar.

Fue una gran fiesta

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola!
He visto que has enlazado mi página (www.carleso.com), y me ha hecho ilusión. Me alegra que te haya gustado.

Pedazo de tema The Bottle!!

Ya te he metido en favoritos en mi explorador, y te visitaré.