miércoles, 10 de septiembre de 2008

Sufjan Stevens.- Chicago



Para Pau, que está en Chicago. Para Jordi, que me pasó el disco y para Sufjan Stevens, porque todas las canciones que he colgado de él (con esta van 3) no hacen justicia a su optimismo:

No podían estarse quietos. La emoción de una fiesta en medio de la montaña -así le llamaban ellos- les llevaba a correr saltar, curiosear entre los árboles, buscar jabalíes y miles de juegos más que no consigo recordar. Desde luego, las voces de los padres pidiéndoles que se quedaran a su lado servían de muy poco, o de nada.

Aquel día, después de hablar con los padres de cual sería su misión y les había repartido pinturas, papeles, lápices, una cuerda, vendas para los ojos... Por fin, conseguí reunir a todos los niños en un círculo, nos dimos las manos y nos sentamos en el suelo. Aquella era la señal, la fiesta había empezado y me obedecían sin despegar los ojos de mí. Cómo algunos distraidos no se habían sentado con el grupo, esperamos cinco minutos que ellos aprovecharon para hablar y comentar sus hipótesis sobre lo que iba a pasar.

Habían pasado ya casi tres semanas, cuando Montse, en su casa, me pidió que le organizara la fiesta de cumpleaños y Pau me había preguntado con esa cara sería que jamás he vuelto a encontrar en un niño de 8 años: Víctor, ¿tú eres mi padre? Yo me quedé pálido. No lo era y así se lo dije. Yo era su amigo. Él parecía satisfecho con la respuesta y las nubes abandonaron sus ojos. Seguimos jugando y ahí acabó todo.

Hasta el día de la fiesta, en el Parque. Entonces Pau se me colgó del cuello, me abrazó, y con la mejor de las sonrisas le dijo a su amigo Guillem: mira, este es Víctor, no es mi padre. Es mi amigo.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Sufjan Stevens.- Size too small



Lo primero que me sorprendió al llegar a Andorra fueron las distancias. A decir verdad, eso sucedió algunos meses antes, cuando hablando por teléfono con Fernando nos jugamos unas tapas en la Cava Baja. La apuesta consistía en averiguar la superficie de este país. Yo dije cualquier barbaridad, él se quedó a 2 kilómetros cuadrados de distancia y aún le debo sus tapas y cañas por La Latina.

En mi última entrevista de trabajo, cuando me dieron el sí definitivo y me explicaron el pequeño laberinto que debía atravesar hasta llegar a las aulas del Lycée, la pequeñez del país se me hizo mucho más patente. Resumiendo, puedo decir que la coordinadora de enseñanza de catalán e historia en el Lycée francés me explicó con tanto detalle el trayecto que debía realizar desde el Ministerio de Educación hasta la oficina de Extranjería que tardó más en encontrar las palabras que yo en llegar al dicho lugar. Eso por no hablar de la expresiones como: debes salir de la ciudad, tomar la carretera nacional, el complejo desvío en forma de Scalextric, el giro a la izquierda por la cuesta hacia abajo o que me ofreciera su número de móvil por si acaso tuviera algún problema para encontrarlo. Tardé 10 minutos -contando el rato que pasé esperando el autobús-.

Todo aquí es pequeño y todo está en venta. Existe una carretera que sube y otra que baja. Existen permisos de trabajo y expulsiones "cap allà baix". Centros de Recursos pedagógicos, pruebas de tuberculina, hospitales vacíos -para eso están las pruebas médicas que realizan para conseguir el permiso de residencia-, centros de ocio y de comercio -imposible distinguir donde empieza uno y acaba el otro-, campos de tabaco, algunas vacas, iglesias románicas, devoción a la virgen de Meritxell. Y en fin, dos valles convertidas en un inmenso duty free sin aeropuerto.

Esta es mi nueva casa.

Hoy ví un cartel comercial de unos grandes almacenes con un gran eslogan: "El 20% de tus compras son innecesarias... pero te sientan tan bien!" La verdad es que agradecí la sinceridad.