sábado, 30 de agosto de 2008

P.J. Harvey.- We Float





Suele suceder por la noche, especialmente si he salido de fiesta. Es tarde, el metro hace horas que acabó el servicio y no hay dinero para un taxi. Entonces, me coloco mis auriculares y comienzo a caminar. Son paseos largos, de hasta 40 minutos, en los que imagino que todo forma parte de una película, tal vez una secuencia descartada del montaje final de El Rey Pescador o de Lost in Translation. En esos momentos, en que la realidad se aleja y las calles son poemas de neón, mi ipod suele programar una desconocida despedida. Así pasó hace unos días cuando sonó We Float de Pj Harvey. Por aquel entonces, la decisión ya estaba tomada y así, cuando levanté la mirada, sólo alcancé a ver una ciudad conocida, amada pero también vacía y absurda.

Me voy. No abandono ni mucho menos huyo. Supongo que sabes que hace tiempo que buscaba la salida y por fin llamé a una puerta que se abrió. Andorra es el futuro y Barcelona queda atrás. Sé que puede sonar extraño cambiar esta ciudad por un pais de 464 Kilómetros cuadrados. Pero así es, cambio calles por prados, museos por institutos, recuerdos por planes de futuro.

Así que, a partir de ahora el blog tendrá un sabor diferente. Como diferente será mi vida frente a los 22 alumnos por aula del Lycée Comte de Foix.

lunes, 18 de agosto de 2008

Andrew Bird.- A Nervous Tic Motion Of The Head To The Left



De mi colección de palabras:

fatuo, tua.
Del lat. fatŭus).
1. adj. Falto de razón o de entendimiento. U. t. c. s.
2. adj. Lleno de presunción o vanidad infundada y ridícula. U. t. c. s.

fuego fatuo

jueves, 14 de agosto de 2008

Crash Test Dummies.- At my funeral



Para Ade, que me quiso y más tarde me regaló al disco.

Deben haber pasado ya doce o quince años desde aquella noche. Yo era entonces un adolescente inquieto, retraído y bastante esquivo. Nada parecía tener sentido en aquel mundo de adultos en el que entraba irremediablemente. Las chicas me ignoraban y yo quería ser un niño por siempre. Había construido un pequeño mundo imaginario y no veía ninguna de las ventajas que supuestamente tenía hacerse mayor, a excepción de poder entrar en la sala de lectura para adultos de la biblioteca del barrio. Por aquel entonces, yo escuchaba Beethoven y Brahms –Mozart me parecía demasiado ligero- y empecé a leer los clásicos de la literatura: La Celestina y, sobre todo, El Lazarillo de Tormes.

Un día, en Barbastro, un amigo me habló de los cuentos de Cortázar y de los libros de Camus. Empecé por El Extranjero, fue una lectura difícil de digestión lenta y pesada… así que me pasé a Paul Auster y luego al Coronel no tiene quién le escriba. Incluso intenté escribir unas poesías que escandalizaron a mi madre el día que las encontró. No entendía tanta desesperanza.

Debe ser por eso que al acabar uno de aquellos días, al acostarme, supe que no despertaría. Como un calambre que me recorría de la cabeza a los pies. En aquel mar de incertidumbre, apareció una isla de certeza: iba a morir aquella misma noche. Al principio, estuve muy nervioso, incluso estuve tentado de levantarme y hablarlo con mi madre, pero desistí. En cada esfuerzo que hacía por evitar ese pensamiento, la certeza se abría paso y nada podía remediarlo: moriría. Estaba paralizado. El nerviosismo inicial fue dejando paso a una progresiva calma que me permitió abrir los ojos y mirar alrededor por última vez y hacer recuento de las personas, los libros, la música, los viajes,… Finalmente, me dormí.

Al día siguiente cuando sonó el despertador, no recordaba nada. No fue hasta cruzar el umbral de casa para ir al instituto que tuve que detenerme para comprobar que nada había pasado.


I'm still young, but I know my days are numbered
1234567 and so on
But a time will come when these numbers have all ended
And all I've ever seen will be forgotten

[CHORUS]
Won't you come
To my funeral when my days are done
Life's not long
And so I hope when I am finally dead and gone
That you'll gather round when I am lowered into the ground

When my coffin is sealed and I'm safely 6 feet under
Perhaps my friends will see fit then to judge me
Oh when they pause to consider all my blunders
I hope they won't be too quick to begrudge me

If I should die before I wake up
I pray that the Lord my soul will take but
My body, my body - that's your job

I can't be sure where I'm headed after death
To heaven, hell, or beyond to that Great Vast
But if I can I would like to meet my Maker
There's one or two things I'd sure like to ask

martes, 12 de agosto de 2008

Michel Camilo.- Why Not!



Sonia habla español con un hermoso acento. Está sentada con su prima en la mesa de al lado, mientras yo espero a que Montse, que ha comido con unas amigas llegue, se tome un café y me hable de libros que son vidas y vidas que son de libro. Montse tarda en llegar pero no tengo prisa. Pido mi café y busco un cigarrillo en mi cartera. No me apetece fumar, pero Sonia fuma y es la excusa perfecta para hablar con ella. Así que me acerco, interrumpo su conversación y le pregunto si me daría fuego y una respuesta. Me mira a los ojos con curiosidad, me acerca el mechero y espera:

- ¿De dónde es usted?
- De Ecuador, concretamente de Quito. Ahora pregunto yo, ¿de dónde creías que era?
- Pues, al principio mexicana, pero su acento es mucho más suave.
- Sí, me suelen confundir.

Sonia me hipnotiza a pesar de esconder sus ojos tras las gafas de sol. Me cuenta de cuando llegó a Barcelona a estudiar farmacia, de las reuniones clandestinas encerrados en la universidad con la policía nacional a las puertas, me cuenta de su hija y de mi país, tan diferente en sus ojos que en los míos. Habla de América Latina y de las cosas deberían cambiar allí y de su esperanza en los jóvenes de hacerlo. Me atrapa con su optimismo demoledor, a pesar de los dictadores, los corazones rotos, la impunidad, los fraudes electorales, el dolor, la fuga de emigrantes, la derecha recalcitrante, la soledad…

Montse ha llegado hace ya un rato y se ha unido a la conversación. Pero Sonia se tiene que ir ya o perderá el avión. Regresa a Quito donde pasará dos meses. Quedamos en la misma plaza, seguros del azar de reencontrarnos. Así que se despide, con dos besos y, con mi permiso, uno de los mejores consejos que he escuchado últimamente: Déjate encontrar.

lunes, 11 de agosto de 2008

Wall-E


Un día de estos hará un año. Doce meses largos tortuosos y complicados, pero también cargados de pequeñas alegrías. Y he sobrevivido, de hecho, lo vivo bastante bien. Y aunque al llegar la noche, me sienta como el robot más solo del universo, estoy contento con mi vida -a ratos, claro-. 

Así que quiero darte las gracias por haberme escuchado. También al señor Steve Jobbs por inventar el Ipod y a Roger que me convenció para comprármelo, a la familia Fisher y a Marta que me los presentó, a Jaime de Arroyos [al que casi nadie conoce, pero un día os contaré de él], a todos las arqueólogas que me rodean que son muchas y buenas, a la Eli que después de muchos años me llamó y me obligó a confundirme cada viernes y domingo, a mis chicas amorosas, a Lola y Raúl [y a Ana], a Montse y a Pau [porque no fallan nunca], Samantha, a mi familia [porque nos queda mucho por hacer, pero lo estamos haciendo!], al Dani y al Jordi y a mis tíos, a Fernando, a Gilles y Jimena [porque son un amorcito], a Alfonso que me sacó a jugar a futbol, a Madrid [y toda la gente maravillosa que siempre me acoge con los brazos abiertos]. A María José, a Edith y a Víctor García [porque están muy lejos pero los siento muy cerca] A los que acaban de aterrizar en mi vida, Dayana, Leticia, Néstor. Y a los que llevan muchos años, la familia Tortosa, Víctor y Ester. A Jorge, por ser mucho más de quien debía. A la Big Band de L'Hospitalet. A mi abuela, a mi abuelo que me cuida desde allá arriba. Sin vosotros -y muchos que me dejo- no sería capaz de abrir los ojos y ver lo bueno de esta vida.

Porque es tan simple como eso: estoy vivo.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Blur.- The Universal



Apenas sintió el pinchazo, la aguja que se deslizaba hacia la vena y el suero que se reunía con el flujo sanguíneo. Un mareo leve. Bebió el vaso de agua que le alcanzó la enfermera con ansiedad, imaginando aquel líquido frío, casi marmóreo resbalando por el esófago hacia el estómago. Ahora sólo quedaba esperar, la pequeña célula recorrería su cuerpo alimentándose de su sangre, reproduciéndose, invadiendo aquel espacio y ocupándolo cada uno de sus capilares. Finalmente, alguno de sus vástagos alcanzaría el cerebro y ya nada sería igual y sería inmune a aquella realidad impuesta por el azar genético. Una nueva vida, impuesta por un juez: nueva vida, nuevos recuerdos para aquel cuerpo joven, pero enfermo social. Sentía curiosidad por conocer qué recuerdos de su antigua vida habrían decidido conservar, de qué personas guardaría recuerdo y cómo se vería la marca en el antebrazo. Sentía curiosidad, ¿cómo se siente un condenado sin recuerdos del delito cometido, ni de las causas que lo llevaron a delinquir?

Todo había empezado mucho tiempo atrás, incluso antes de nacer, cuando en un control rutinario del embarazo, sus padres habían recibido la noticia. Los niveles de dopamina eran extremadamente bajos, lo que indicaba tendencia al abuso de substancias: tabaco, alcohol, vida temeraria… Tal como les había dicho el doctor, solo era una posibilidad, otros muchos en el pasado habían llevado una vida más o menos normal sin siquiera medicación, pero en cualquier caso el departamento de medicina legal había recibido ya el informe y sería catalogado como Individuo de riesgo social. No tiene porqué ser malo, pero debe ser vigilado.

A los dos meses de nacer, le habían realizado la primera intrusión sanguínea y, desde entonces y en todo momento, el cerebro artificial de la central de policía tenía acceso total a su pensamiento, sus sentidos y sus intenciones y hacía soltar las alarmas cuando su pensamiento se disparaba hacia lugares peligrosos. ¿Cuál debe ser el criterio de peligro para la Gran Mierda de la central de policía? A lo largo de los años había aprendido a reconocerlo. En la escuela cuando sentía la rabia contra uno de sus compañeros de clase y se dirigía a él con ganas de partirle la cara por haber copiado su examen o robado a su novia, de repente un pensamiento fugitivo le atravesaba y se fijaba en su mente: una nueva idea, una nueva historia, un nuevo pensamiento que lo apartaban de su objetivo. Luego llegaba el letargo, el cansancio, la hipoglucemia y el mal humor.

Pero él jamás había delinquido. Sólo era un procedimiento preventivo. No fue hasta que alcanzó la educación secundaria, cuando ya totalmente aislado en su mundo imaginario, un profesor le sugirió escribir todas aquellas historias. Él las leería y luego podrían comentarlas. Y así, lo que había empezado como una estrategia para evitar que el adolescente cayera en el autismo inducido por el sistema, se convirtió en amistad y, también, en el primer foco de resistencia social contra el Conductismo Genético. Algunos políticos -e incluso teólogos- se habían quejado de lo que ellos llamaban una grave lesión contra la libertad individual y el libre albedrío. Otros, en cambio, habían llegado a sugerir que se indujera a algunas mujeres para que se enamoraran de estos individuos.

El problema llegó cuando la panacea de la intrusión sanguínea se empezó a extender y los criterios se hicieron más laxos. Hace unos meses se alcanzó el 30% de personas inducidas y las autoridades están empezando a toparse con el problema de los hijos de inducidos, pues nacen ya conectados a la Gran Mierda. Ahí se abrían muchísimas posibilidades, en primer lugar médicas, pero también sociales y las empresas alimentarias y de abastecimiento de agua –las verdaderas regentes del mundo- empezaron a presionar al ministerio de sanidad para aumentar los mercados.

La abolición del consumo de carne y la implantación mundial de la energía solar y eólica habían acabado con el territorio y con buena parte del medio ambiente. Las exploraciones espaciales no acababan de dar los frutos deseados y la tierra se quedabba pequeña e hipercontrolada.

Laura Veirs.- Wrecking



Corre y no mires atrás, corre. Sudas y respiras. Corre. Huyes, pero ¿de quién o de qué? Tal vez, ni siquiera lo conozcas, los monstruos son así, íntimos, cotidianos, cercanos e invisibles. Y tú prefieres huir a mirarle a los ojos Así que corres, una zancada tras otra, sin saber a donde vas: un, dos, tres, cuatro, uno, dos, tres, cuatro, oxigenas hasta perder el sentido de la realidad, sólo respiras y huyes: de tu pais, de tu casa, de los que te aman, de brazo en brazo, de beso en beso.

Pero hay algo que no sabes: los monstruos se alimentan de huidas. Chupan tu sangre y crecen, lentamente, crecen y te rodean, crecen y tapan tus ojos, juegan contigo como un gato juega con un pájaro recién caido de un árbol antes de acabar con él.

Si tan solo supieras… Hace ya varios años, Jorge me presentó a mi monstruo, al mío. La primera vez que lo ví, parecía estar loco, se movía mucho, farfullaba palabras sin sentido. Hacía tiempo que intuía su existencia, pero jamás lo había conocido. Yo estaba aterrado, pero luego reuní el valor para mirarle a los ojos y pedirle que me dejara en paz. Al principio se quedó sorprendido. El creía que jamás me enfrentaría. Así que me quité mis zapatillas, y descalzo avancé hacia él, primero con rencor. De cerca tenía el aspecto de un niño asustado, enfadado por tener que seguirme en todo momento, en sus manos llevaba una cajita llena de pasado y de dolor que me lanzaba sin cesar. Le grité que dejara de hacer eso, cosa que le divirtió mucho y que, desde luego, continuó haciendo. No fue hasta que, desnudo, me senté ante él, cuando me invitó a conocer su casa, que no es otra que mi vida.