martes, 12 de agosto de 2008
Michel Camilo.- Why Not!
Sonia habla español con un hermoso acento. Está sentada con su prima en la mesa de al lado, mientras yo espero a que Montse, que ha comido con unas amigas llegue, se tome un café y me hable de libros que son vidas y vidas que son de libro. Montse tarda en llegar pero no tengo prisa. Pido mi café y busco un cigarrillo en mi cartera. No me apetece fumar, pero Sonia fuma y es la excusa perfecta para hablar con ella. Así que me acerco, interrumpo su conversación y le pregunto si me daría fuego y una respuesta. Me mira a los ojos con curiosidad, me acerca el mechero y espera:
- ¿De dónde es usted?
- De Ecuador, concretamente de Quito. Ahora pregunto yo, ¿de dónde creías que era?
- Pues, al principio mexicana, pero su acento es mucho más suave.
- Sí, me suelen confundir.
Sonia me hipnotiza a pesar de esconder sus ojos tras las gafas de sol. Me cuenta de cuando llegó a Barcelona a estudiar farmacia, de las reuniones clandestinas encerrados en la universidad con la policía nacional a las puertas, me cuenta de su hija y de mi país, tan diferente en sus ojos que en los míos. Habla de América Latina y de las cosas deberían cambiar allí y de su esperanza en los jóvenes de hacerlo. Me atrapa con su optimismo demoledor, a pesar de los dictadores, los corazones rotos, la impunidad, los fraudes electorales, el dolor, la fuga de emigrantes, la derecha recalcitrante, la soledad…
Montse ha llegado hace ya un rato y se ha unido a la conversación. Pero Sonia se tiene que ir ya o perderá el avión. Regresa a Quito donde pasará dos meses. Quedamos en la misma plaza, seguros del azar de reencontrarnos. Así que se despide, con dos besos y, con mi permiso, uno de los mejores consejos que he escuchado últimamente: Déjate encontrar.
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