lunes, 19 de noviembre de 2007

Tindersticks.- City Sickness



Alguien dijo alguna vez, que una de las mejores cosas de viajar es poder regresar a casa. No estoy de acuerdo. Acabo de regresar de Madrid y , como en otras ocasiones, el regreso fue muchas cosas, pero no agradable.

No entiendo esta ciudad. No me entra en la cabeza que después de tantos meses, sigamos sin tren que nos una al aeropuerto. No alcanzo a vislumbrar cómo es posible que después de diez años encabezando el gobierno local de mi ciudad, el actual ministro de industria pueda salir por televisión para decir que Barcelona ha perdido empuje.

No sé porqué se hundió un barrio completo, no sé porqué me quedé sin luz cerca de una semana, no sé porqué el tren de alta velocidad tarda tanto en llegar, no sé porqué la vivienda aumenta de precio a este ritmo, no sé cuándo decidió este Ayuntamiento que trabajar para el turista era mejor que trabajar para el ciudadano, pero sobre todo, no entiendo porqué la gente acepta esta situación.

En Madrid, opinan que en Barcelona estamos demasiado ensimismados mirándonos el ombligo, que de tanto pensar si somos una nación o una realidad nacional, si nos llamamos José Luis o Josep Lluis, nos hemos olvidado que lo más importante es tener una red de trenes operativa, áreas verdes, vivienda, espacios que nos permitan disfrutar la ciudad, vida cultural propia. ). A mí me gustaría añadir también croissants a la plancha y café con leche por 1,90 Euros, Caña: 1.20 Euros.

Y me temo que llevan razón. Porque es complicado convencerse de lo contrario al día siguiente de ver media exposición de Cranach y Durero en la Fundación Caja Madrid, por el módico precio de 0 Euros (No la vi completa por faltarme tiempo y porque el Thyssen me cobraba 3.5 Euros por ver la segunda parte) o la exposición Momentos estelares de la fotografía en el Círculo de Bellas Artes (1 Euro). O que el agua del grifo sea potable.

Algo huele mal en Barcelona, además de algunas calles del Barri Gòtic

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