sábado, 20 de febrero de 2010

Christina Rosenvinge & Leonor Watling.- Come As You Are



Supongo que todo comenzó ayer por la tarde. Tenía todo el trabajo que puedas imaginar: 125 exámenes por corregir sobre Economía del siglo XIX. La perspectiva para la tarde no podía ser más aburrida. Fue entonces cuando empecé a sentir la presión sobre la última muela del juicio: mierda! un flemón, que además, aumentaba de tamaño con cada respuesta que leía. Así pues, me decidí a llamar a Pierre y huir de la responsabilidad: cenaríamos en su casa. Me calzo los zapatos, me pongo el abrigo, cojo las llaves y bajo directamente al súper a comprar una botella de vino.

Para llegar a casa de Pierre, necesito coger dos autobuses -inconvenientes de la vida sin coche propio-. El primero llega puntual, en el ipod Ute Lemper. Llego al primer destino, pero el segundo autobús ya se ha ido. Son las 9 y el servicio se ha acabado.

Decido hacer autoestop,y mientras tanto, acercarme a pie por una carretera desierta en medio de las montañas, donde los conductores no esperan un peatón y pisan el acelerador. Por suerte, las luces de los coches me ayudan a prevenir su llegada y llevo mi sombrero, de gran ayuda contra el frío.

Finalmente, llego a casa de Pierre. ¿Cómo que llegas tan tarde? -Me distraje. No quería decir que por orgullo no le llamé para que me viniera a buscar en coche y, además, no encuentro una excusa mejor.

Cenamos, charlamos y la pasamos bien, pero todos estamos cansados. Me quedo dormido en el sofá. Y cuando despierto, me han preparado una cama. Alcanzo a farfullar un buenas noches, me quito los pantalones, las gafas y me meto en el saco de dormir. Acto inútil porque no dormiré y no es que haga frío, haya ruidos o luz, no hay pesadillas,... pero no duermo, tampoco es desagradable, pero no duermo.

En fin, nos despertamos, café para todos, nos despedimos: ellos se van a esquiar, yo a corregir. Decido bajar andando, y ya de camino, me caigo por una cuesta: pantalones manchados muslo magullado y sorpresa -¿Cómo pudo ser? Tomo el camino de regreso pero me pierdo, el ipod se ha quedado sin batería y acabo trepando por una margen, para acabar en un corral de caballos. Ni rastro del camino, así que regreso a la carretera por miedo al dueño del establo y del caballo. Ya en la carretera, decido llamar un taxi, pero he olvidado el móvil en casa de Pierre.

Puede que hoy sea uno de esos días en que todo vaya mal. Pero ante la adversidad, valdrá más sonreir, pero también tomar un bus para llegar a casa. Llego a la parada del autobús, espero 10 minutos, no pasa, sigo esperando y me encuentro con un alumno que me dice que se sacará el carné de conducir el próximo miércoles -durante mi clase-, pero no hay ni rastro del bus, hace frío aunque el día está soleado, así que llama al novio de su madre, que le viene a buscar. Me ofrece subir al Fiat Panda y acepto, sin ver que el asiento trasero está mojado. Parece de perro. Y yo sonrío, pero al bajar del coche siento que mis pantalones sucios de la caída también están mojados.

Pero llego a casa y todo está bien: el flemón deshinchado, el susto pasado, las piernas magulladas, conecto el ordenador y pongo a cargar el ipod. Escribo a Pierre para recuperar el móvil. Y se me ocurre que cuando todo va mal, habrá que reirse de todo. Me ducho. Pongo la lavadora y escribo estas líneas que alguien leerá: habrá que sonreir.